Los últimos días Junto a Michelle

15.05.2020

Michelle dejó su casa para venir a vivir conmigo luego del incidente en enero, estaba claramente perturbada, no era la misma Michi (como solo yo solía llamarla), se veía claramente cansada.

La primera semana, se notaba en su semblante una gran tristeza, trataba de motivarla con películas, juegos, canciones, pero nada funcionaba. Le cocinaba sus platos favoritos, pero apenas tocaba su comida, vivía alimentándose a base de café y chocolates.

Una vez la encontré fumando en el balcón, me contó que lo hacía cuando estaba estresada, entre lágrimas me dijo: «desearía que todo terminara»

Decidí tomar eso como un punto de alarma, algo definitivamente grande la estaba afectando, pero no me hablaba de eso, simplemente fingía tranquilidad, y evitaba tocar el tema. La llevé a consultar con un psicólogo, le diagnosticó depresión, y a partir de ese momento empezó a tomar pastillas antidepresivas - esas malditas pastillas.

Parecía estar mejorando, pero aun así le preguntaba constantemente cómo se sentía y cada vez, con una sonrisa me decía: «estoy bien Vale, no te preocupes»

«Estoy bien Vale, no te preocupes»

Michelle no estaba bien, tuvo una recaída el 10 de febrero, sin aparente razón. Ya no podía escuchar su voz desde la cocina como todas las mañanas, hace tanto tiempo que no la oigo cantar - pensé. Ese día, la vida me hizo enfrentar algo que nunca imaginé. Eran las 9 de la mañana y Michelle aún no bajaba a desayunar. La llamé una y otra vez, pero no contestó. Preocupada, fui hasta su habitación. La puerta estaba cerrada, golpeé varias veces a la puerta, pero no había respuesta de ella. Miles de cosas pasaron por mi mente, miedo, ansiedad, preocupación, pero nada me preparó para lo que estaba por vivir, qué ironía. Llamamos a un cerrajero, pero al ser feriado, solamente localizamos a uno que podía llegar recién en 40 minutos. Esos minutos fueron eternos, cuando finalmente llegó el cerrajero, tardó más de lo previsto, pues la cerradura estaba bastante vieja y oxidada. Cuando por fin se pudo abrir la puerta, no me animaba a entrar, sin embargo entré y ahí estaba, tan hermosa como siempre, o más aún. Sus cabellos rozando suavemente sus hombros, abrazando a su guitarra, fiel compañera de sus días alegres y tristes. Su rostro denotaba una paz inexplicable, ya nada ni nadie le podía hacer daño.

Ese día, con el corazón roto en mil pedazos, tuve que despedirme de mi hermana mayor, mi inspiración, mi modelo a seguir, mi mejor amiga.

Se repiten en mi cabeza las palabras de Michi: «estoy bien Vale, no te preocupes», «desearía que todo terminara». Eran solo indicios de lo que iba a suceder, me imagino cuantas personas como Michelle tuvieron que atravesar la misma situación. Me siento culpable todos los días, repaso en mi cabeza que podría haber hecho diferente, pero lastimosamente ya nada me devolverá a Michelle. De todo esto, aunque perdí algo tan valioso, aprendí muchísimo, y sobre todo aprendí que Michelle es ella, Michelle soy yo, Michelle sos vos, Michelle somos todos.

Sé amable. 

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